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Mostrando las entradas de 2008

LOS ZAPATOS COLGADOS DEL CABLE

Por Alejo Quintero. No sé en que lugar de la ciudad me encuentro, ni siquiera tengo plena certeza de que sea la misma ciudad de los últimos meses. No sé la hora, ni el día, ni el año. Solo sé que estoy tirado en la acera de una calle solitaria, con la misma ropa de las últimas semanas pero más sucia y envuelto en cobijas malolientes. No logro identificar nada de lo que me rodea, asumo que habrá basura por el olor, aunque desconozco si se trata de mi propio aroma. El silencio se rompe por el fugaz sonido de raudos automóviles, sirenas de ambulancias y patrullas, algún grupo de gente gritando o riendo y de vez en cuando alguna ráfaga de balazos. Siento en el oído un chillidito sutil pero incesante que me impide saber a que distancia se produce cada sonido. Lo que sea que estoy metiendo es cada vez más poderoso y le pega más duro a mi sistema nervioso. Hace muchos años que empecé a meter vicio para olvidarme de la vida que me había tocado vivir y que nunca me gustó, y poco a poco me empec

EL RITUAL

Por Alejo Quintero Nos conocimos al mediodía de un soleado 21 de junio y desde el primer momento en que nos vimos, nuestras miradas se cruzaron con la convicción de no dejar escapar el sentimiento que acababa de nacer. Era la niña más hermosa que había visto en mi vida y su hermosura le dio una razón de ser a mi sentido de la vista. En mis manos llevaba una florcita de pétalos blancos y en una reacción instintiva se la regalé mientras nos decíamos nuestros nombres. La noche del 22 de junio, bajo un firmamento soñado para cualquier astrónomo pobre y después de un inocente festejo propio de nuestra joven edad, nos besamos. Fue no solo nuestro primer beso, sino también el primer beso de amor de cada uno. Quizás no fue tan romántico como lo recuerdo pero es que con el tiempo aprendí a maquillar mis recuerdos para que valga la pena recordarlos, al fin y al cabo son míos y yo hago con ellos lo que a mi se me da la gana. A pesar de cualquier dificultad y a lo largo de los años ese momento sub

LOS ORÍGENES DE UNA NACIÓN.

Por Manuel Pineda Hay que tener claro que el 20 de julio no se celebramos la independencia de Colombia, se conmemora el Grito de Independencia y el comienzo de un muy representativo periodo de nuestra historia al que académica e irónicamente se ha llamado “La Patria Boba”. No se trató del primer intento de lograr la independencia, ni tampoco del único grito de independencia de la época, pero en nuestro país se le ha considerado el más importante pues ocurrió en la capital del Virreinato de la Nueva Granada, la ciudad de Santa Fe (Bogotá). Sin necesidad de batallas ni combates sangrientos, el pueblo se sublevó y después de una crisis de 6 días logró el objetivo principal: La conformación de una Junta de Gobierno compuesta por criollos que reemplazó la figura del virreinato y destituyó, primero con prisión y luego con destierro al virrey Amar y Borbón (incomprensiblemente un destierro más digno que el de Simón Bolívar, tal vez porque contó con enemigos más leales). La invasión de España

AMOR IMPOSIBLE

Por Alejo Quintero. Se conocieron accidentalmente en medio del agite de un edificio de oficinas, lo más cercano al utópico concepto del amor a primera vista. Se encontraron al lado de la máquina del café, sus manos chocaron de manera fortuita cuando se disponían a tomar el azúcar del dispensador e inmediatamente sus miradas se cruzaron. Los dos llevaban un mensaje de reproche para la otra persona, pero al verse surgió en ambos una atracción repentina y cualquier asomo de reproche se convirtió en dulzura. Bueno, la dulzura pudo ser culpa del dispensador de azúcar. El reaccionó primero: “Disculpa mi grosería, es cosa de este agite sin sentido. ¿Cuántas dosis de azúcar?” Ella ágilmente soltó una de esas respuestas amables que siempre le llegaban oportunamente a la cabeza y que ella sentía como una efectiva defensa contra cualquier ataque de galantería exagerada: “No, si la grosería es mía, lo prefiero sin dulce”. Por primera vez en mucho tiempo, para ambos, alguien despertaba su atención

LA BIBLIOTECA

Por Alejo Quintero. Cuando mi abuelo construyó la casa, destinó una de las habitaciones exclusivamente para guardar libros, idea que le resultó absurda a mi abuela debido al escaso número de libros que tenían. Pero con el tiempo, el número de libros aumentó y la habitación cobró sentido. Para ese entonces, y cuando los reproches de mi abuela habían desaparecido por completo, el viejo decidió colgar un aviso de "Biblioteca" que había pintado en una tabla vieja el mismo día que terminó de construir la habitación. Lo que mi abuelo nunca quiso tener fue un mueble donde acomodar los libros, consideraba un acto de injusticia obligar a un libro a ubicarse en un lugar determinado. Una visión bastante romántica que convertía la búsqueda de libros en una tarea casi imposible, a lo que el viejo respondía contundentemente: "No se desgaste buscando el libro, es él quien elige al lector, no al revés". *** Cinco días después de la muerte de mi abuelo, mi abuela decidió romper el

ASÍ ME CONVERTÍ EN LO QUE AHORA SOY

Por Alejo Quintero La primera vez que maté a alguien fue en un combate contra la guerrilla y por eso obtuve una condecoración. Tan solo vi una masa moviéndose entre los matorrales, disparé y el cuerpo cayó mientras su fusil disparaba la última ráfaga sin dirección. No solo yo di de baja a un enemigo esa tarde, también González y Ramírez; mi teniente nos felicitó a los tres y para festejar nos pagó una borrachera el siguiente viernes, con putas y todo. Mi teniente también recibió un reconocimiento por ser el comandante del pelotón. Después de eso, la obsesión de mi teniente por aniquilar guerrilleros se le volvió como una enfermedad. Desconfiaba de todo el mundo y siempre que salíamos a patrullar detenía sospechosos y los liberaba momentos después cuando le explicábamos que no teníamos forma de empapelarlos. Cada vez se excedía mas con los civiles, primero solo los detenía, después aparte de detenerlos los golpeaba para que le confesaran donde había campamentos; hasta que una vez, a un

BÁRBARA

Por Alejo Quintero Bárbara y yo trabajamos juntos en una oficina de abogados. Cuando la conocí me impactó mucho que en las mañanas luciera agotada, insegura y distante pero que a medida que transcurría el día y especialmente cuando se ocultaba el sol, se llenara de vitalidad. Y fue por eso que le insinué que debimos habernos conocido en algún trabajo nocturno; claro, en ese entonces no sabía quien era ella y por tanto no comprendí lo tortuoso que debe ser trabajar en el día para una mujer vampiro. Bárbara nació en el siglo XIX, nunca quiso decirme el año exacto pues aún siendo vampiro, mantenía la costumbre femenina (en su caso más ridícula que en los demás) de no revelar su verdadera edad. Solo sé que cuando tenía 25 años se enamoró de un hombre apuesto y misterioso al que se entregó sin condiciones una veraniega noche de luna llena y desde entonces su condición humana cambió. Ella piensa que lo más aburrido de su condición de vampiro es la monotonía que a veces genera el hecho de ten

QUE VIVA EL CINE

Por Manuel. Los unía el amor por el cine y una amistad a prueba de cualquier dificultad. Se conocieron en el trabajo hace muchos años y aunque solamente trabajaron juntos 6 meses fueron capaces de construir un sentimiento a prueba del tiempo. A las 4:30 de la tarde de ese sábado se encontraron en la entrada del teatro, era la mejor excusa para romper esos largos periodos que duraban sin verse. Esta vez verían una película argentina poco comercial pero muy bien recomendada en los círculos de cinéfilos que ambos frecuentaban. Ninguno de los dos era bueno para dialogar y tal vez por esa razón, asistir a cine era su cita ideal; no tenían que hablar mucho pero podían ser la compañía que a veces se necesita en una sala de cine. Era la forma en la que los dos habían decidido demostrarse ese afecto creciente, era la manera de decirle al otro que le importaba su existencia. En este nuevo encuentro la vio más hermosa que de costumbre y la sonrisa que le regaló cuando lo vio, satisfizo

REGRESO

Por. Alejo Quintero No era fácil regresar a Guayaquil después de tanto tiempo, 19 años es una cifra muy grande para alguien de 33 y “regresar” es un verbo muy confuso para alguien que visita por primera vez una ciudad. Conocí a Laura la tarde de un jueves de agosto en Bogotá. Yo estaba jugando fútbol con mis amigos, en la desagradecida posición de portero, cuando una dulce niña de cabello negro rizado y carita dulce cruzó tomada del brazo de su madre. No pude despegar mi mirada del negro contundente de sus ojos y mis amigos dicen que en ese momento me anotaron un gol, yo no lo recuerdo. Cuando el rubor de sus mejillas alcanzó un tono que hizo evidente su timidez, apartó su mirada de la mía con un movimiento sublime de su cabeza que me obligó a detallar la hermosura radiante de su cuerpo tan finamente delineado. Sin lugar a dudas, el mayor espectáculo de ternura y sensualidad que jamás había visto en mi vida. La voz de mi amigo Edgar me sacó abruptamente del aturdimiento con uno de esos