ASÍ ME CONVERTÍ EN LO QUE AHORA SOY

Por Alejo Quintero

La primera vez que maté a alguien fue en un combate contra la guerrilla y por eso obtuve una condecoración. Tan solo vi una masa moviéndose entre los matorrales, disparé y el cuerpo cayó mientras su fusil disparaba la última ráfaga sin dirección. No solo yo di de baja a un enemigo esa tarde, también González y Ramírez; mi teniente nos felicitó a los tres y para festejar nos pagó una borrachera el siguiente viernes, con putas y todo. Mi teniente también recibió un reconocimiento por ser el comandante del pelotón.

Después de eso, la obsesión de mi teniente por aniquilar guerrilleros se le volvió como una enfermedad. Desconfiaba de todo el mundo y siempre que salíamos a patrullar detenía sospechosos y los liberaba momentos después cuando le explicábamos que no teníamos forma de empapelarlos. Cada vez se excedía mas con los civiles, primero solo los detenía, después aparte de detenerlos los golpeaba para que le confesaran donde había campamentos; hasta que una vez, a un campesino que no quiso parar, le disparó por la espalda y lo mató. Además amenazó a Román porque no fue capaz de dispararle al campesino antes que él. Cuando vio al campesino muerto y como haciéndose el pendejo, empezó a convencernos a todos de que "ese malparido era un guerrillero, por eso no quiso parar cuando le dijimos". Nos hizo ponerle un pantalón camuflado viejo que era de él, pero no estaba marcado en ninguna parte.

A las dos semanas, tuvimos un combate con el frente XXIV en el que nuestra única baja fue Román. La orden de mi teniente fue atacarlos mientras dormían para que no quedará ni uno vivo, yo desde el matorral pude ver cuando mi teniente le disparó a Román y me aterró que después nos dijera: "La muerte de Román nos demuestra que no todos esos hijueputas estaban dormidos, así no nos pueden joder por derechos humanos"

Algunos del pelotón estaban volviéndose igual que mi teniente, porque éramos el pelotón que mejores resultados mostraba en la compañía, pues por esa obsesión de mi teniente también dimos de baja muchos guerrilleros, capturamos otros y desmantelamos campamentos, laboratorios y hasta un pequeño campo de entrenamiento.

El 25 de abril de hace 6 años, detuvimos a un campesino que a mi teniente le pareció sospechoso, el tipo nos decía que tranquilos que el no tenía nada que ver con la guerrilla, que no le fuéramos a disparar. Mi teniente lo hizo tender en el piso y le preguntó que si andaba solo, el tipo dijo que iba para el pueblo y que atrás venían la mamá de él y los dos hijos que no fuéramos a disparar porque los podíamos herir. Mi teniente se alborotó y nos gritó: "pura mierda, es una emboscada, tiéndanse y disparen hacia el camino." Yo al principio no le obedecí pero cuando me miró de frente me acordé de Román, me boté al piso y disparé. Lo siguiente que se oyó fueron los gritos de una anciana y el llanto de uno o dos niños. El campesino se paró y salió corriendo hacia donde venían ellos y regresó con un niño por ahí de 7 años cargado que parecía muerto. Detrás de él venían las personas que nos había dicho del comienzo, el tipo repetía una y otra vez: "me mataron al niño, yo les dije que no dispararán, me lo mataron." Mi teniente lo detuvo y le dijo con tono descarado: "su hijo fue una víctima accidental de este enfrentamiento, para todos es claro que murió en el fuego cruzado mientras combatíamos guerrilleros…. Y tenga cuidado porque si esa versión no le gusta, de pronto a sus otros hijos les pasa algo parecido." Dos días después deserté del ejército.

Yo sabía que mi teniente era un caso diferente, yo había tenido otros comandantes que no eran así de sanguinarios y algunos hasta me decían que les aburría ese conflicto absurdo que le había costado tantas muertes al país, recuerdo un capitán que se enojaba cada vez que había muertos de cualquier bando, decía: "es que parecemos huevones matándonos entre compatriotas." Sin embargo, y a pesar de todo eso, tuve que desertar porque no podía pedir cambio de pelotón sin dar razones de peso y si daba mis razones, le abrían una investigación a mi teniente, yo quedaba como un sapo y con un enemigo en las filas. Cuando intenté localizar a mi familia, mi mamá me pidió que no me apareciera por la casa, que porque el ejército me andaba buscando dizque porque habían descubierto que yo era un guerrillero infiltrado. Después de muchos intentos logré hablar con González y el tipo me confirmó lo que me había dicho mi mamá, me contó que era mi teniente el que había inventado eso y que cada vez parecía más y más enfermo. Sentí lástima por mi teniente, a él esta guerra de mierda le jodió el cerebro, era una víctima más y ni siquiera lo sabía.

Intenté buscar varios trabajos, pero la situación no estaba fácil, en lo poco que conseguía tocaba joderse mucho, con unos jefes bien hijueputas y por un salario de hambre. No podía comunicarme con mi familia, ni tampoco dar mucha papaya, porque ni nombre ya tenía orden de captura. Estando en un pueblo del magdalena medio, buscando trabajo de cualquier cosa, llegó la guerrilla. Una noche aparecieron echando plomo y asustando a la gente y a la mañana siguiente llegaron muy amablemente, saludando y hablando de esa carreta que siempre hablan. Estaban reclutando jóvenes mayores de 12 años que quisieran "acabar con el régimen opresor"; ya llevaban varios, pero muy pocos tenían cara de convencidos. A mi se me acercó uno que parecía ser el duro y me preguntó que si estaba interesado, yo al comienzo le dije que no, pero cuando me habló de plata me sonó la idea. Estaba aburrido de tener que joderme tanto por jornales miserables y tener que comer tanta mierda por andar de indocumentado.

Al comienzo lo vi como un trabajo más en el que me tocaba hacer lo que mejor sabía, andar monte con un fusil y estar siempre alerta en caso de cualquier combate. Ahora me llamaba "Juvenal" y trabajaba bajo las órdenes del comandante "Rogelio", éramos parte del frente XVII de la guerrilla. A ratos me aterraba pensar en que tuviera que combatir con soldados que hubieran sido lanzas míos, pero menos mal nos estábamos moviendo en una zona donde el ejército casi no hacía presencia. Tuvimos varios enfrentamientos pero con paramilitares. Visitábamos todas las fincas de la región pidiendo una cuota que los campesinos tenían que pagarnos, algunos incluso la pagaban gustosos porque creían en toda la carreta que promulgaba la guerrilla. Cuando la gente no pagaba, el comandante Rogelio los insultaba o golpeaba a algún miembro de la familia y les decía que por andar de sapos con el ejército o con los paras, en cualquier momento se podían morir. A veces amenazaba con armas o con cuchillos a algún niño que hubiera en la casa, o si era un poquito grandecito, simplemente lo reclutaba y le decía a los papás: "es el mejor aporte que le pueden hacer a la revolución". Los papás de esos niños, era muy poco lo que podían decir, nosotros los apuntábamos con los fusiles mientras el comandante se iba llevando al niño. Algunos papás empezaban a insultarnos cuando nos íbamos pero con un par de disparos al aire se calmaban. Eso sí, todos se quedaban llorando y los niños que nos llevábamos también lloraban, varios días. Muchos de esos niños morían fácilmente en combates.

Un día llegamos a una casa que parecía abandonada, pero cuando entramos encontramos a toda una familia muerta. Casi todos estaban descuartizados, yo nunca había visto gente muerta así de sanguinariamente, tuve que salir a vomitar. Rogelio dijo que eso ya era territorio "para" que estuviéramos atentos porque en cualquier momento nos atacaban. Ese día hasta hubiera matado con gusto a esos hijueputas que habían descuartizado a esa familia.

Después de unos meses me cambiaron de comandante y me enviaron a otra zona. Ahí sí las cosas empezaron a ser más jodidas, participé en la toma de 3 pueblos con pipetas-bomba, y me enseñaron a sembrar minas "quiebrapatas". En esos días no solo vi morir a policías y militares sino también a muchos civiles que no tenían nada que ver. La gota que llenó la copa, fue cuando nos encomendaron la misión de cuidar a un grupo de secuestrados; los traían encadenados, sucios y muy acabados; había una señora como de 50 años, que se veía muy enferma y un viejito que dizque era parlamentario, pero estaba en sus últimas. Sin embargo lo que más me aterró fue ver a Chará y a Guzmán, dos tipos que habían sido reclutas conmigo en la misma compañía. Estaban muy flacos, débiles y con la mirada como perdida. Ellos no me reconocieron porque yo ya no tenía el pelo tan corto y tenía la barba abundante. Logré hablar un poquito con ellos, bueno solo con Guzmán porque a Chará parecía que ya nada le importara. Me contó que llevaban 4 años secuestrados y que era lo peor que les había pasado en la vida, Chará había intentado suicidarse 2 veces después de 5 intentos fallidos de fuga; pero ni siquiera para quitarse la vida había tenido libertad. Después de varios días de hablar con ellos, les revelé mi verdadera identidad y planeamos la fuga. A última hora Guzmán no fue capaz de escaparse porque se había hecho responsable de velar por la señora de 50 años, Chará y yo nos robamos un par de fusiles y salimos pensando que nadie se había dado cuenta. A los pocos metros sentimos los disparos, nos defendimos como pudimos, pero Chará ya había perdido la destreza de combatir en el monte y lo mataron. Yo sí me logré escapar.

Volví a vagar de pueblo en pueblo, trabajando en lo que se apareciera, volví a padecer los abusos de mis jefes de turno, con su falta de respeto y sus jornales de miseria que a duras penas alcanzaban para medio vivir. Estando en esas llegué a trabajar en una finca de ganado muy grande. Me contrataron para que ayudara a montar el enmallado de unas cercas. Eran muchos kilómetros de cercas y por eso necesitaban mucha gente. Un día, mientras almorzábamos llegó al comedor un señor alto, elegante y con una falsa mirada amable. Aprovechó que estábamos reunidos para darnos las gracias y le pidió al capataz que seleccionara a los 10 más fuertes, que ojalá hubieran prestado servicio militar y que los llevará a otro salón para hablar personalmente con él. Yo clasifiqué entre ese grupo, aunque el capataz sabía que yo andaba sin papeles. El señor alto y elegante era el dueño de la finca pero también era el líder de un grupo paramilitar y empezó a hablarnos de la patria y la libertad, y de garantizar el respeto a la democracia y a las instituciones a cualquier precio. Yo me acordaba de la familia descuartizada que había visto en esa finca y la verdad ya todos esos discursos me sabían a mierda. Acepté hacer parte del grupo paramilitar porque me ofrecieron buena plata y porque otra vez me tocaba hacer lo único que había aprendido a hacer bien.

A mi de palabras ya nadie me convence, todos hablan la misma mierda, usan palabras bonitas para justificar que a los muertos que ellos matan, era necesario matarlos para poder ir cambiando las cosas. Pura mierda.

A esas alturas ya ni la gente me importaba, ya estaba pensando en hacer buena plata, para mandarle algo a mi mamá y el resto disfrutarlo yo en lo que se me diera la gana. En esa época maté guerrilleros, civiles y hasta militares que se ponían de dignos a no dejarse ayudar de nosotros. La primera masacre en la que había niños me dio un poquito duro porque me acordé del niño que había matado cuando era militar; después ya todo me valía mierda. Hace mucho tiempo que perdí la cuenta de cuanta gente he matado.

Hace 6 meses me desmovilicé en una ceremonia que hasta mostraron en la televisión. Ese día nos desmovilizamos bastantes, pero a muchos de los que estaban ahí yo nunca los había visto, después supe que habían muchos campesinos que se hacían pasar por "paras" dizque porque ofrecían buenos trabajos y que porque necesitaban que se viera mucha gente dejando las armas. La ceremonia fue en la finca donde me reclutaron pero me sorprendió que presentaran al capataz como al gran comandante, mientras que al comandante lo mostraban solo como el dueño de la finca.

A mi me mandaron a una casa en la ciudad con otros 30 excombatientes; al capataz se lo llevaron a una cárcel de máxima seguridad y al dueño lo dejaron en la finca porque el no tenia nada que ver con el asunto. Donde vivíamos era una especie de cárcel porque no podíamos alejarnos mucho de esa casa y todo el tiempo estaba vigilada. Los vecinos nos miraban con desprecio y a algunos les seguíamos el juego amenazándolos, pero solo de palabra. El grupo se empezó a disolver, los primeros se fueron porque dizque ya les habían conseguido trabajo, supe que algunos aparecieron muertos después; otros porque el capataz-comandante los había nombrado en sus confesiones y tenían que pagar cárcel; y a los que quedamos nos visitó un comandante de otro grupo a ofrecernos "trabajo". Los que aceptamos pasamos a formar un nuevo grupo en los barrios marginales de la ciudad, imponiendo el orden. A los que no aceptaban, los dejaban en libertad y a los pocos días aparecían muertos. Yo ya he matado 5.

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