VERSIÓN 2.0

Por Alejo Quintero

La primera vez que escuché hablar de ella fue mientras viajaba en un bus, un pasajero le comentaba a otro que se había visto obligado a andar esos días en transporte público por un accidente sufrido días atrás en su carro.

- Fue una situación bastante extraña, bajaba yo del puente de la avenida NQS sobre la calle sexta y el carro que venía delante de mí se detuvo súbitamente y no pude evitar chocarlo. El tipo dijo que era porque se le había atravesado una anciana. Fue un accidente múltiple porque en los cuatro carriles pasó algo similar al mismo tiempo, sin embargo nadie pudo describir muy bien a la anciana y cuando intentaron buscarla…

El hombre detuvo su relato porque al parecer le incomodó que los demás pasajeros estuviéramos tan atentos de la historia.

La historia siguió rondando mi cabeza hasta unas semanas después cuando mi cuñado me contó que por poco lo estrellan en el mismo sitio donde había descrito el pasajero del bus y la causa había sido una anciana que cruzó la avenida irresponsablemente como si no le importara su vida. Incluso me dijo que había tenido la sensación de que el carro que viajaba a su lado la había atropellado porque se había escuchado el impacto, pero que la anciana continúo caminando como si nada hubiera pasado. Solamente se me ocurrió preguntarle que a que hora había ocurrido eso y me dijo que alrededor de las 7:00 pm, de un viernes.

En principio tan solo lo vi como una coincidencia pero pocos días después mientras me tomaba unas cervezas con unos amigos, escuchamos por el radioteléfono de un policía que se encontraba allí, la notificación de un suceso muy similar al descrito por mi cuñado y por el pasajero del bus. Miré el reloj de la tienda donde estaba y eran las 7:19 pm de esa noche de viernes.

Le comenté la historia a Juliana, una amiga de hace muchos años con la que solamente hablamos para contarnos eventos que parecen casuales pero que pueden no serlo y nos encanta tejer historias de esas que pueden llegar a ser mitos urbanos. A Juliana le gustó tanto la historia como a mí y el siguiente viernes a las 7:00 pm nos encontramos en el lugar de los hechos. Esperamos mas de 25 minutos y nada pasó, cuando nos marchábamos del lugar escuchamos una tras otra, tres fuertes frenadas de carro pero en el otro lado de la avenida. Sin decirnos nada corrimos por debajo del puente y al otro extremo vimos una anciana que se alejaba, caminaba con desparpajo como si la vida no le importara y desde la distancia y en medio del bullicio de los carros, alcanzamos a escuchar algo que parecían ser sus lamentos.

Intentamos seguirla pero en la primera esquina le perdimos el rastro. Durante la semana estuvimos hablando todos los días y Juliana, que se emociona mas con estas cosas, empezó a hacer averiguaciones y consiguió reportes de la policía sobre frecuentes accidentes que ocurrían justamente en esa zona. Intentamos averiguar en la zona pero poca información obtuvimos pues la mayoría de casas son negocios que cierran a las 6:00 p.m. Tan solo la secretaria de un almacén nos contó que un viernes que se había quedado trabajando hasta tarde, escuchó fuertes frenadas sobre la avenida y luego los profundos lamentos de una mujer que cruzó por el frente de su oficina y que le parecieron tan aterradores que temió salir a fisgonear.

Al siguiente viernes montamos guardia en los dos extremos de la vía pero como si la mujer lo hubiera presentido, no ocurrió nada sino hasta las 8:00 p.m. justo cuando acabábamos de desistir de la búsqueda. Nuevamente vimos como la mujer se perdía y emprendimos la persecución, yo me pude adelantar un poco y entre más cerca estaba de la mujer más fuerte escuchaba sus quejidos y pude entender que clamaba por un hijo; la mujer volteó por la misma esquina que lo había hecho el viernes anterior pero esta vez yo iba más cerca así que rápidamente llegué a la esquina pero solo recuerdo un fuerte golpe que me tumbó y al parecer me dejó inconsciente por algunos minutos. Cuando recobré el sentido, Juliana estaba a mi lado, en compañía de un anciano. Me sorprendió que estuviera tan tranquila en ese lugar tan solitario y oscuro, pero al parecer mi mente prefirió viajar al universo de los lugares comunes que hacerme decir algo interesante:

- ¿Qué hago acá, qué me pasó? – pregunté.
- Mira, te presento a Don Miguel, el te puede explicar mejor – contestó Juliana.
- Joven – intervino Don Miguel – a usted simplemente lo derribó y dejó sin sentido el aliento de la llorona pero no se asusté es que a ella no le gusta que nadie la persiga, por eso siempre trata de huir, pero cuando el perseguidor es obstinado, lo frena en secó con la fuerza de su aliento.
- ¿La llorona? – pregunté entre incrédulo y exaltado – Juliana pero tú que haces creyéndole semejantes historias tan ridículas a este cucho.

Al anciano no pareció importarle mi trato despectivo, por el contrario me miró con cara de abuelo comprensivo y continúo:

- Es lógico que no crea joven, pero todo parece indicar que los espantos nunca van a dejar de existir, simplemente se irán adaptando a las nuevas formas de vida de las personas, lo que pasa es que mucha gente no acaba de creer en ellos y por eso ahora no son tan famosos. Mire joven, esta llorona es una mujer que perdió a su hijo, por irresponsabilidad propia, justo en el cruce de esta calle. Ese hecho le causó un dolor tan grande que se suicidó arrojándose a un bus en el mismo sitio donde había muerto el niño. Desde entonces deambula por esta zona y es feliz ocasionando accidentes, ya lleva varios muertos a su haber.

Yo seguía entre asombrado e incrédulo hasta que Juliana concluyó la conversación con una frase que me arrancó una carcajada y que finalmente hizo que acabara de valer la pena contar esta historia:
- ¿Puedes creerlo? Fuiste víctima de la llorona versión 2.0

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