GOLAZO

Por Alejo Quintero

En el salón siempre nos hemos dividido en dos grupos: “los del equipo” (de fútbol) y “los demás”. Así como entre “los del equipo” hay algunos que están por pura amistad pues son unos troncazos para el fútbol; también entre “los demás” contamos con algunos talentosos que no son parte de “los del equipo” porque le caen mal. Ah, también está Darío, que cuando estábamos en cuarto año le decíamos ‘el marica’ porque siempre jugaba baloncesto con las niñas. Pero en séptimo año, cuando nos empezaron a gustar las niñas, nos confesó que a él le gustaban desde antes y a la par que jugaba baloncesto con ellas, se había besado con casi todas. ¿Se da cuenta? nosotros diciéndole marica y el tipo tremendo casanova precoz.

Pero bueno, lo que le quiero contar no es la vida de Darío sino la historia de mi golazo. En el grupo de “los demás” siempre armamos un equipo para competir en el torneo del colegio, nunca hemos pasado a la segunda ronda. Yo siento un poco de lástima por los talentosos del equipo de “los demás” porque en realidad son buenos, pero nunca se van a ganar nada, yo les veo la cara de tristeza a veces, claro yo me puedo fijar en esas cosas porque como casi siempre estoy en la banca, también me pongo a pensar que así como ellos, se debe sentir Ryan Giggs que sabe que nunca va a ir a un mundial porque es Galés, aunque claro que el tipo sí ha ganado cosas con el Manchester United, en cambio los talentosos ni siquiera a la segunda ronda, que triste. Oiga, ayúdeme a que no me ponga a hablar de otras cosas diferentes a mi golazo, es que yo me desvío con facilidad en las conversaciones y más si se trata de fútbol.

Bueno, le contaba que siempre nos inscribimos al torneo del colegio, y una vez, nos tocó en primera ronda contra el equipo de “los del equipo”. Días antes del partido hablaban sobre cómo nos iban a golear; nosotros no les seguíamos el juego, tal vez porque en el fondo sabíamos que iba a ser así.

Recuerdo que el partido fue un jueves a las 3:30 pm. Yo siempre tenía listo mi uniforme, aunque casi nunca lo usaba, pero una vez sirvió para que alguno de los talentosos pudiera jugar un día que le robaron la maleta con uniforme y todo. El árbitro era un tipo de último año y en las tribunas estaba todo el curso. Nos tocó el saque a nosotros y Marino, aprovechando que “los del equipo” estaban fríos, hizo una jugada en la que se bailó a medio equipo, le hizo un pase a David que remató con el alma, al arquero le dio como miedo meter las manos: gooool. Nadie podía creer lo que pasaba, le estábamos ganando a “los del equipo”. Lo triste es que ese gol para ellos fue como el impulso que necesitaban, jugaron tan bien que final del primer tiempo ya íbamos perdiendo 5 a 1 y apenas habíamos logrado llegar dos veces al arco de ellos, contando el gol de David.

Tan pronto empezó el segundo tiempo nos metieron el sexto gol y con eso parecieron tranquilizarse. Cuando faltaban como 20 minutos Marino tuvo otra inspiración y metió un gol de media distancia. “Los del equipo” no le dieron mucha importancia porque estaban ganando sobrados pero para “los demás” fue como la motivación. Los talentosos empezaron a jugar con toda su clase y en 5 minutos hicieron otros dos goles. 6 a 4. Juan Gato, uno de “los del equipo” no soportó la presión y le pegó un patadón a Mauricio, casi se arma una pelea, pero Marino nos calmó rápidamente: “solo quieren pelear para que perdamos ritmo”. Con eso nos calmamos pero Mauricio no pudo seguir jugando. Marino me dijo algo que una parte de mi no quería escuchar: “caliente que le toca jugar”. Entré a la cancha, muerto del susto y me ubiqué en la zona de volantes, donde juega habitualmente Mauricio. El primer balón que recibí lo perdí tontamente con Ramón, el 10 de “los del equipo”, le pegó desde afuera durísimo. 7 a 4. Nadie me reprochó nada, simplemente ese gol parecía ser el final de la ilusión, el gol de regresar todo a su orden normal.

Los talentosos no perdieron el ánimo. David, el delantero jugó un poco más abajo, para apoyar mi inexperiencia; con ese cambio pudo tocar mejor el balón con Marino y Ricardo quedó como único delantero. Así con esa estrategia nos acercamos al milagro: 7 a 6. “Los del equipo” parecían asustados y sacaron su mejor repertorio, tocaban el balón como brasileros, pero Jaime, nuestro arquero, estaba más inspirado que ellos.

Después de una gran atajada, Jaime sacó rápido con la mano y me la lanzó a mí, el único que estaba sin marca. Paré el balón y me volteé hacia el arco de ellos, pasé la mitad de la cancha y nadie parecía quererme atacar, la sensación de correr con el balón en un partido de fútbol y un momento crucial es difícil de describir, se siente como si uno flotara, como que el ruido del entorno se apaga y como que el tiempo pasa más lento, muchas cosas pasaban por mi cabeza. Yo veía a los talentosos correr para tratar de desmarcarse pero no era una visión nítida, seguí corriendo. Juan Gato soltó a Marino y se vino decidido a quitarme el balón, era la oportunidad de tocársela a Marino para que hiciera el resto. Claro eso lo pienso ahora, pero en el momento no pensaba, mis movimientos eran controlados por el instinto. Eludí a Juan Gato justo cuando se barría por el piso para tumbarme y me quedó de frente Ramón. Lo eludí con una jugada como la de Zidane que se para en el balón y gira sobre él. Bueno, al menos yo la recuerdo así porque los que vieron el partido me dicen que no fue nada excepcional.

Con esa jugada ya había alcanzado el punto más alto de mi carrera futbolística y solo me restaba tocársela a cualquier otro para que concluyera la jugada. Ya no quise tener más presión sobre mi, Marino estaba sin marca y me hacía señales para que le hiciera el pase; David venía corriendo muy cerca de mi y también me hizo señales para que le hiciera el pase a Marino, yo acababa de burlar al mejor jugador del salón y todavía estaba disfrutando mi momento de gloria, le pegué fuerte al balón apuntándole al sitio donde estaba Marino; no sé como le pegué pero el balón hizo una curva fantástica y se fue directamente al lado de la base del palo. Alex, el arquero de “los del equipo” se estiró y no alcanzó. Grité ese gol hasta quedarme sin voz y todos lo celebramos como si fuera de campeonato.

Los que vieron el partido me dicen que el balón jamás hizo curvas fantásticas, que yo le pegué muy mal y que Alex no lo tapó porque estaba pendiente de Marino y no se imaginaba que yo le iba a pegar. A mi no me importa al fin y al cabo yo recuerdo mi golazo como se me da la gana. Lo triste, para mi, es que Mauricio no se volvió a lesionar y a mi no me volvieron a dejar jugar que porque yo pensé solo en mi gloria personal y no en el equipo.

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