PERCANCE

By Alejo Quintero

Pienso que absolutamente todas las personas en el mundo, e incluso fuera de él (si alguien conoce un astronauta, por favor pregúntele) ha vivido la experiencia de una afugia intestinal, tanto sólida como etérea.

Asumo que a estas alturas de la lectura es inevitable que usted no haya recordado alguno de estos particulares percances y, por lo tanto, ya se encuentra perfectamente ambientado para conocer la historia de mi amigo Juan Jiménez[1]

Eran las 13:35 horas y Juan caminaba con la placidez que concede un buen almuerzo y movido por su sana costumbre de caminar 20 minutos después de almorzar para hacer una mejor digestión, cuando su sistema digestivo se vio alterado por esa extraña sensación que motiva a las piernas a caminar más rápido en busca de un baño. Para muchas personas, el asunto se resuelve fácilmente entrando en cualquier cafetería, dibujando la mejor cara de angustia y el consecuente ‘me presta su baño por favor’, y remata con el tinte de humor barato, ‘tranquila señora que yo no me lo llevo, jeje’. Pero Juan no es así, Juan se moriría de vergüenza si notara que alguien se entera de sus desventuras gástricas. Su angustia le impedía razonar y hasta observar con claridad, apenas pudo recordar que 5 cuadras al norte había un hipermercado donde seguramente habrían baños. Camino tal vez los 500 metros más largos de su vida pero logró llegar, caminó con premura por entre góndolas, compradores e impulsadoras y llegó hasta el baño; una gentil vigilante sonriente lo saludó antes de entrar y por supuesto él respondió el saludo porque ni siquiera en esas circunstancias se pueden perder la caballerosidad y la decencia. Entró con algo de tranquilidad pero descubrió que en estos malditos baños no había papel higiénico. Juan ha hecho cosas arriesgadas pero adelantar estas tareas fisiológicas sin la garantía de un buen trozo de papel higiénico para la limpieza posterior, no lo haría. Corrió al segundo piso y en el fondo vio el aviso de baños, caminó con mas prisa, movido por su urgencia hasta la puerta de los baños donde encontró un aviso que le removió las tripas: ‘Baños en mantenimiento, por favor utilice los del primer piso’.

Por difícil que le resultaba, Juan logró mantener la compostura, hizo un ejercicio mental extenuante para controlar sus esfínteres, pensar en otra cosa y tratar de recordar otro lugar donde hubiera un baño medianamente decente. ¡Claro en el parqueadero donde guardo el carro! ¡Carajo pero eso es a 8 cuadras de acá! ¿Porqué diablos no me fui caminando hacia el sur? Me confiesa Juan en su manera de relatar que su recorrido por esas 8 cuadras está profundamente sumergido en una laguna mental. Juan llega al parqueadero y disimulando la descomposición de su expresión facial consulta con el funcionario del lugar: ¿Me permite utilizar su baño, por favor? ‘Yo con mucho gusto se lo presto’ Esa respuesta le sonó a Juan como música celestial, como una de las frases más emocionantes que había escuchado en su vida, tanta fue su emoción que casi no escucha el final lapidario: ‘… pero no ve que lo sellaron porque no hay agua’.

Juan abordó su vehículo sin más espera, firmemente confiado en su poder mental y plenamente convencido de que llegaría a su casa, sano y salvo y desahogaría sus penas digestivas en su propio baño. El viaje en el carro fue tan placentero que casi lo llevaba a pensar que su organismo se había encargado de neutralizar el problema. A pocas calles de su casa encontró un retén de policía y un agente le hizo seña de que se detuviera. Juan, con su cortesía característica, abrió la ventana pero lo único que encontró fue una mirada de repudio y asco por parte del policía: ‘¿Mi sargento, puedo ponerle una infracción a alguien por llevar el carro oliendo a mierda?’ El sargento en una carcajada sonora contestó convencido: ‘Claro que no, huevón’.

Cuando Juan narró su historia a nuestro grupo de amigos, alguno de ellos soltó la siguiente perla: ‘¿Cómo así, osea que usted se fue a toda mierda para su casa?’


[1] Este nombre es ficticio para proteger la identidad de Miguel Benavides

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