PABLO Y MARINA

by Alejo Quintero
Pablo no pudo explicar porque el primer recuerdo que se vino a su mente fue esa mañana en que le presentaron a Marina, una prima lejana con la que seguramente te vas a entender muy bien, esa niñita es insoportable y no quiero pasar mas vacaciones con ella. Pablo no pudo explicar porque su primer recuerdo no fue la noche en la que le confesó a Marina que ya no la detestaba y que se moría de ganas de darle un beso y no me puedes decir que no, sí te digo que no, porque si me besas ya nunca mas vas a querer besar a nadie mas.

A la mente de Pablo llegaban recuerdos sin orden cronológico ni emocional, se vio en un puesto callejero de perros calientes prometiéndole a Marina que le construiría la casa más hermosa del pueblo que tendría lavamanos por todas partes para satisfacer su manía de tener siempre las manos limpias, escuchó a Marina cantar esa ridícula canción que tanto le gustaba cantar cuando se bañaba pero que cuando se fueron a vivir juntos jamás volvió a cantar, se vio ebrio en una cantina con su mejor amigo confesándole que ya no deseaba carnalmente a Marina porque estos 15 años de matrimonio son muy monótonos y la monita de la oficina de al lado está como quiere, se vio sentado en un banquito de parque tratando de entender porque, después de 3 años de placer desenfrenado con la monita de la oficina de al lado, sentía que se moría de deseo por la mujer cuarentona y simple que veía todas las mañanas y que lo embargaba esa angustia y ese temor de adolescente cada vez que trataba de insinuarle que quería volverle a hacer el amor. Vio a su hijo naciendo el mismo día que el equipo de sus amores era campeón y terminó envolviendo al bebé recién nacido en la bandera azul y blanca de la buena suerte, y el niño se va a llamar igual al técnico del equipo que nos regaló la mayor alegría de los últimos tiempos, que no, que se va a llamar como el actor de cine, que no solo es el más hermoso y varonil sino que además es buena persona. Se vio llorando junto al féretro de su madre, consolado por esa niña de 14 años a la que hacía 3 meses había dejado de odiar, se vio con esa misma niña viviendo intensos años de placer y haciéndole el amor en todos los lugares y de todas las formas posibles, recordó su primera pelea de trompadas porque ningún hijueputa va a venir a besar a mi mujer en mis narices y usted no sea tan vagabunda y no se ande besuqueando con cualquiera. Recordó que por ese entonces no eran novios y que un año después cuando volvió a sentir que no podía vivir sin ella, se gastó una fortuna en serenatas, rosas, chocolates y ropa. Se recordó hablando con su hijo de 15 años sobre los riesgos de una sexualidad irresponsable, cuando el muchacho parecía saber más detalles que él mismo sobre ese tema; lo vio niño el día de su primera comunión y lo vio hombre despidiéndose en el aeropuerto cuando decidió que el país le quedaba pequeño para estudiar universidad y para vivir el resto de su vida.

Pablo entendió que ver pasar la vida entera antes de la muerte no era un cuento de abuelas; allí estaba él despidiéndose de sus compañeros de trabajo el día que se pensionó, empuñando un cartel antigobiernista en una marcha universitaria porque tenemos que derrocar a este sátrapa hijueputa; saltando de emoción la primera vez que fue a la playa porque el mar es infinito; huyendo de unos policías que lo descubrieron rompiendo vidrios en la casa del rector del colegio, reconociendo el cadáver de su amigo de infancia quien se suicidó por problemas económicos, caminando solitario por las calles de una ciudad desconocida buscando de burdel en burdel una mujer con la que se había ilusionado a los 21 años y por la que casi manda todo a la mierda, temblando en el atrio de un templo una tarde de agosto esperando a Marina vestida de blanco, llorando ebrio en una cantina de la universidad porque sin esa mujer no puedo vivir, besando la frente de su amada anciana esa mañana de martes.

Marina escuchó un ligero estruendo de no más de cinco segundos y encontró a su esposo de 85 años inconsciente en el piso al lado de la escalera, controló su angustia porque alguien tenía que llamar una ambulancia; esa noche fue la mas aciaga de su vida y como es que este viejo descuidado e irresponsable se deja rodar así, ya no es capaz ni de bajar una escalera. A la mañana siguiente el médico le dijo que el estado de salud de su esposo era muy grave porque un golpe de esos a esa edad no es fácil de resistir y usted lo debe entender, señora. Marina volvió a su casa, se recostó en la cama donde tantas noches, días y tardes fue tan feliz con Pablo y murió.
Pablo despertó de manera inesperada y empezó a llamar a la enfermera, sentía que le dolía todo el cuerpo pero era mucho mas fuerte la sensación angustiosa de ver a Marina, el médico trataba de entender la extraña recuperación y la enfermera le confirmaba a Pablo la fatal noticia. Pablo pidió que lo dejaran solo porque si fui el hombre de su vida, también voy a ser el hombre de su muerte.

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