MI TECLA “RETROCESO” (alias “backspace”)

Por Manuel
Para los que alguna vez han notado la ausencia de la tecla ‘retroceso’ en mi computador portátil, espero aclarar su inquietud al respecto con este relato. Para los que no han notado dicha ausencia, les informo que mi computador portátil no cuenta dicha tecla y a continuación relataré porqué. Para los que no saben que tengo un computador portátil, pues aprovecho para contarles que tengo uno y que hace ya bastante tiempo su teclado luce mutilado. Finalmente para quienes no saben quién soy yo, pues soy un tipo cualquiera que se llama Manuel Pineda y que tiene un computador portátil al que le hace falta la maldita tecla ‘retroceso’.

Es bien sabido y defendido por algunos filósofos, no muy prestantes, que los objetos, esos seres inanimados que acompañan nuestra vida, tienen voluntad. Cualquiera encontrará evidencia en sus recuerdos de la habilidad para escabullirse que tienen las llaves, no basta con que las atemos a un llavero pues por lo general lo seducen y huyen juntos. Los vasos, independientemente de su calidad u origen, son suicidas compulsivos; esto produce una gran frustración para los vasos de plástico o metal, quienes sienten una profunda envidia por sus congéneres de vidrio de quienes tan frecuentemente se sabe que logran su cometido. Pues bien, la carencia de mi tecla ‘retroceso’ se fundamenta con este principio.

La mayoría de las teclas coinciden en que la ausencia de nuestra protagonista se explica por un profundo descontento, mientras que para un pequeño sector de la población fue solamente un defecto de fábrica. Entre quienes sostienen la teoría del descontento existen dos tendencias sobre el origen del mismo: Están quienes piensan que se debió al inconformismo con la naturaleza de su ser (incluso algunas como la presumida tecla ‘enter’ y la casi desconocida tecla del botón derecho hablan de envidia hacia otras teclas); mientras que otro grupo afirma que entró en una profunda depresión al enterarse que el computador portátil sería utilizado por un consultor de SAP, lo cual le representaría un incremento considerable en su trabajo.

El descontento alcanzó niveles tan críticos que la convirtieron en un ser huraño, conflictivo y humillante. Cuentan que se burlaba de la tecla ‘pausa’ por considerarla anacrónica, a ‘f12’ se refería como una de las tantas inútiles y a ‘\’ la llamaba ‘mutación de /’. De nada valieron las buenas intenciones de la tecla ‘home’ quien, haciendo honor a su nombre, siempre la quiso hacer sentir como en casa.

La situación tocó fondo una mañana en la que se logró despegar de su soporte en el teclado, con la firme intención de marcharse y tras ser adherida nuevamente; tomó la decisión de arrancarse las extremidades que garantizaban dicha unión. A partir de entonces y luego de fallidas prótesis dio el primer paso hacia su emancipación definitiva. A partir de entonces y durante mucho tiempo se mantuvo ocupando su lugar habitual, ahora sin ataduras físicas. Cuentan que en las noches aprovechaba para deambular jactanciosamente por toda el área del teclado y en ocasiones fastidiar a sus colegas pasándoseles por encima; se tuvo queja también del ratón quien se refirió a ella como ‘la fastidiosa esa’ y recalcó: “es precisamente por eso que procuro mantener mi distancia con esos especimenes tecládicos”.

A pesar de gozar de esa libertad que cualquier otra tecla en el mundo envidiaría, nuestra protagonista empezó a sentirse insatisfecha y en varias ocasiones intentó huir; en una oportunidad se ocultó en el fondo del maletín; en otra detrás de un pocillo en el escritorio de turno e incluso una vez tuvo la osadía de saltar al piso, desde una mesa de comedor. Fue uno de esos arranques escapistas el que la llevó a su lugar actual de reclusión: sutilmente se filtró entre las hojas de un libro pensando que la profesión más maravillosa para cualquier objeto ‘inanimado’ es la de separador de páginas pues tiene la posibilidad de conocer muchos libros, muchas historias y viajar por doquier. Resultó ser demasiado gruesa para desempeñar dicha tarea pero para menor desgracia suya, hoy descansa en una biblioteca, ahí por los lados de un libro de física que quizás nunca vuelva a consultar.

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