A LA ORILLA DEL RÍO

Por Alejo Quintero.

Dormir era la mejor forma que hallaba para regresar a ese mundo perfecto que había sido su infancia al lado de su abuelo y por eso después de vagar por las calles todo el día, al llegar la noche buscaba acercarse a la ribera de aquel río del que su abuelo siempre decía: "Mire mijo, este río lo ayudé a canalizar yo, yo fui uno de los obreros que participó en eso, pero fue hace mucho tiempo, cuando esta ciudad era un pueblo grande". Su abuelo tenía, como casi todos los abuelos, algo de sabio y mucho de resabiado, la prudencia ya no se encontraba en el top 5 de sus virtudes y hacerlo cambiar de opinión era una tarea casi imposible. Recorrer la ciudad al lado del viejo significaba conocer las anécdotas de cada rincón: "En esa casa vivieron los Morales Pérez, los primeros que se divorciaron públicamente… en esta calle aprendió a jugar fútbol 'el churusco' Martínez… en esa esquina fue la primera estrellada de carros del barrio… ese río fue el que yo ayudé a canalizar… Ese fue el edificio que movieron una cuadra…"

Tenía 5 años la primera vez que su abuelo lo llevo a caminar por la orilla del río y aunque casi siempre que cruzaba por allí se ufanaba de haber participado en la canalización solo una vez entró en detalles y él, su nieto predilecto, extrañamente se grabó cada palabra: "Mire mijo, ese río lo canalizamos con adoquines italianos y se tuvo que hacer así porque aparte del agua que amablemente nos traía del páramo, ahora lo íbamos a poner a trastear también de los desagües de algunos barrios. Por eso es que usted se habrá dado cuenta que en las temporadas de invierno el agua pasa rápido y casi ni se notan las porquerías que lleva pero en verano se seca y el olor espanta a cualquiera." Ahora que él era un habitante de la calle no se espantaba por el olor, era más fuertes la nostalgia y los recuerdos y por eso buscaba dormir siempre a la ribera del río. El cansancio que le ocasionaba el deambular por las calles y el malcomer no eran factores definitivos para que conciliara fácil el sueño; había descubierto, con lógica, que una buena traba lo llevaba más rápido a un profundo letargo; pero también, con total incoherencia, que solo cuando dormía en las zonas más ruidosas era cuando sus sueños lo regresaban a esa infancia feliz.

Su historia no era diferente de la de tantos otros como él. Una infancia tranquila y feliz a pesar de haber perdido a sus padres siendo solo un niño, adolescencia un tanto conflictiva, tristeza y confusión con la muerte del abuelo, importaculismo del mundo, drogas, abandono de sí mismo. A veces encontraba idiotas que se embelesaban con la historia de su vida y según lo emocionados que los veía inventaba eventos escabrosos, crímenes, tragedias, aventuras con personajes otrora famosos y ahora venidos a menos (a mí, por ejemplo, me contó que una vez se había ido a los puños con Pambelé). Cuanta historia conocía o se le ocurría, inmediatamente la convertía en propia, nunca una narración era igual a otra, el único elemento común permanente era el hecho de que su abuelo había ayudado a canalizar el río. Los idiotas embelesados (para la muestra este botón) siempre terminaban (¿terminabamos?) emocionados y le premiaban con dinero y en muchas ocasiones algo de comer(2 empanadas, 1 ponymalta y dos mil pesos, en mi caso).

La mañana que me lo encontré y me contó todo repitió muchas veces que como su abuelo había canalizado ese río, él de alguna manera era dueño y tenía todo el derecho a dormir ahí cuando se le diera la gana. A mí me pareció tan estúpida esa teoría que no pude aguantar la carcajada y aunque al comienzo no pareció importarle de pronto se me paró al frente y me dijo: "no se burle bacán, en serio no se burle que estoy emputado, yo de verdad soy como dueño de ese marica río y por eso me emputa tanto que esas tres gonorreitas, que juegan a ser policías, hayan venido a despertarme esta mañana a punta de bolillo." Después no quiso hablar más conmigo y se fue.

Esta mañana el bus en el que yo viajaba pasó cerca del río y desde lejos lo vi profundamente dormido. A media cuadra se acercaban 4 gonorreitas jugando a ser policías.

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