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LA BIBLIOTECA

Por Alejo Quintero. Cuando mi abuelo construyó la casa, destinó una de las habitaciones exclusivamente para guardar libros, idea que le resultó absurda a mi abuela debido al escaso número de libros que tenían. Pero con el tiempo, el número de libros aumentó y la habitación cobró sentido. Para ese entonces, y cuando los reproches de mi abuela habían desaparecido por completo, el viejo decidió colgar un aviso de "Biblioteca" que había pintado en una tabla vieja el mismo día que terminó de construir la habitación. Lo que mi abuelo nunca quiso tener fue un mueble donde acomodar los libros, consideraba un acto de injusticia obligar a un libro a ubicarse en un lugar determinado. Una visión bastante romántica que convertía la búsqueda de libros en una tarea casi imposible, a lo que el viejo respondía contundentemente: "No se desgaste buscando el libro, es él quien elige al lector, no al revés". *** Cinco días después de la muerte de mi abuelo, mi abuela decidió romper el ...

ASÍ ME CONVERTÍ EN LO QUE AHORA SOY

Por Alejo Quintero La primera vez que maté a alguien fue en un combate contra la guerrilla y por eso obtuve una condecoración. Tan solo vi una masa moviéndose entre los matorrales, disparé y el cuerpo cayó mientras su fusil disparaba la última ráfaga sin dirección. No solo yo di de baja a un enemigo esa tarde, también González y Ramírez; mi teniente nos felicitó a los tres y para festejar nos pagó una borrachera el siguiente viernes, con putas y todo. Mi teniente también recibió un reconocimiento por ser el comandante del pelotón. Después de eso, la obsesión de mi teniente por aniquilar guerrilleros se le volvió como una enfermedad. Desconfiaba de todo el mundo y siempre que salíamos a patrullar detenía sospechosos y los liberaba momentos después cuando le explicábamos que no teníamos forma de empapelarlos. Cada vez se excedía mas con los civiles, primero solo los detenía, después aparte de detenerlos los golpeaba para que le confesaran donde había campamentos; hasta que una vez, a un ...

BÁRBARA

Por Alejo Quintero Bárbara y yo trabajamos juntos en una oficina de abogados. Cuando la conocí me impactó mucho que en las mañanas luciera agotada, insegura y distante pero que a medida que transcurría el día y especialmente cuando se ocultaba el sol, se llenara de vitalidad. Y fue por eso que le insinué que debimos habernos conocido en algún trabajo nocturno; claro, en ese entonces no sabía quien era ella y por tanto no comprendí lo tortuoso que debe ser trabajar en el día para una mujer vampiro. Bárbara nació en el siglo XIX, nunca quiso decirme el año exacto pues aún siendo vampiro, mantenía la costumbre femenina (en su caso más ridícula que en los demás) de no revelar su verdadera edad. Solo sé que cuando tenía 25 años se enamoró de un hombre apuesto y misterioso al que se entregó sin condiciones una veraniega noche de luna llena y desde entonces su condición humana cambió. Ella piensa que lo más aburrido de su condición de vampiro es la monotonía que a veces genera el hecho de ten...