AMOR PLATÓNICO
por Alejo Quintero Esa mañana desperté con la amarga sensación de tener que enfrentarme a uno de esos días a los que no me gusta enfrentarme, esa mañana sentí que había llegado el momento inevitable. Había logrado aplazar este infranqueable designio varias veces, pero no solo las excusas se habían agotado sino que los plazos también. La maldición había llegado sin mostrar compasión por mi pobre alma: Había llegado el día de ir a hacer fila en una oficina de servicio al cliente. Pensé que mi mejor arma para enfrentar el tedio y mi mejor escudo para defenderme del estrés de tantos desgraciados que harían fila conmigo, era un libro. A pesar de lo indigno que me pareció convertir un navío de la imaginación en una ridícula arma de defensa urbana (yo y mi ridícula moral), me equipé con la edición de bolsillo de un libro de poemas. La estrategia funcionó. Mientras algunos de mis colegas de desventura renegaban porque el servicio acá siempre ha sido malo y uno ya sabe que estas diligencias son...